viernes, 26 de agosto de 2011

Último día en Vancouver


 Nos levantamos y atacamos el comedor (para variar).

Como somos unos expertos ya con el transporte público, cogemos el Sky Train y el autobús para irnos hoy hasta la “Granville Island”. Aunque se llama isla, es una pequeña península, de panoramas ribereños, con galerías de arte, tiendas de artesanía, teatros callejeros y un concurrido mercado popular donde se mezclan las tiendas de artesanía, ropa y comida (incluido el chorizo español, el queso de Valdeón, el manchego y algún que otro vino de nuestras cepas españolas). Como mandan los santos cánones, compramos comida preparada en este mercado y nos sentamos en las escaleras del puerto a disfrutar de las vistas que tenemos mientras llenamos el estómago. El contraste de  las casas pequeñas y mercados populares de la orilla donde estamos, frente a los edificios altísimos de cristal que tenemos al otro lado del río, es alucinante.
Antes de abandonar “Granville Island”, hacemos parada en la Post Office, para enviar unas postales y también una carta para Pancho (le mandamos nuestros pases anuales de los parques de Canadá, es más que probable que nosotros no los vamos a necesitar, y seguro el podrá hacer buen uso de ellos…).
Salimos de la isla en dirección a la zona de Gastown, donde habíamos visto el primer día varias tiendas de recuerdos, y hoy toca dedicar la tarde a comprar algún que otro recuerdo (vamos, que no nos queda más tiempo, el viaje está a punto de terminar…).
Tenemos que irnos pronto al hotel, para hacer las maletas, así que decidimos adelantar hoy la hora de la cena (vamos, que hoy cenamos a la misma hora que todos los canadienses). Nos metemos en un restaurante muy cool de esta zona de Gastown, en la terraza,  donde nos comemos unas pizzas y unas ensaladas (pizzas un poco picantes, especialmente las de los niños), regadas con  buenas jarras de cerveza canadiense, refrescos y aguas.
De regreso al hotel nos sentamos en primera fila del Sky Train (que por cierto, es un tren eléctrico que no lleva conductor, y que tiene una gran ventana delantera a través de la cual se ve todo el recorrido por los túneles y el exterior). Dos de losOcho, el más pequeño y uno de los más grandes, simulan que el trayecto del tren hasta el hotel es una atracción tipo montaña rusa, levantando los brazos en cada salida, cada curva, cada parada, y pidiendo  “otra, otra….” cada vez que el tren paraba en las estaciones. No pasan desapercibidos por el resto de pasajeros del vagón, que por lo que parece disfrutan del espectáculo ofrecido.
Después de bajar de esta nueva atracción de Vancouver, llegamos al hotel y oohhhhhhhhhhh!  Hay que ponerse a hacer las maletas para el viaje de regreso.

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